Campo de Quidditch

Vera, emocionada con el nuevo trabajo versado en la docencia que había solicitado y que tan esperadamente le  habían otrogado, se apeó del "carrubuaje", como le gustaba llamarlo a ella, y empezó a caminar en dirección al castillo para ocupar sus respectivos aposentos. No obstante, mientras descargaba su equipaje con unos sencillos movimientos de varita y hacía que sus pertenencias la siguieran como patitos detrás de su madre, vio que grupos de alumnos la precedían en el sendero que llevaba hacia la puerta principal.

Estaba orgullosa de su nuevo puesto en Hogwarts, pese a haber trabajado como sanadora tiempo atrás y haber colaborado en campañas de desarrollo de nuevas recetas que poder ofrecer en las boticarias, siempre había soñado con ejercer de maestra y transmitir su sabiduría acumulada a las futuras generaciones de magos y brujas que constituirían la sociedad del mañana. Estaba ansionsa por empezar cuanto antes las clases, sin embargo, aún quedaba un mes para el comienzo del curso.

Obsrvando atentamente el paisaje y el edificio que se erigía delante suyo, seguía a una distancia purdente la caterva de estudiantes. Vislumbró entonces, una joven moza que se disgregaba del resto del grupo del cual formaba parte e iba en dirección contraria a todos los demás. Sin dejar de caminar, Vera la siguió con la mirada, alcanzándola y centrando la vista más allá, donde un enorme estadio se elevava desde el extenso campo de hierba. No pudo evitar detenerse y embelesarse ante tal panorama. Rápidamente le vino a la mente el periódico de hacia un par de días, la fotografía reflejaba exactametne la misma muestra de innovadora arquitectura que tenía delante de sus narices. —Maravilloso... —dejó escapar al aire. Nuevamente se fijó en la muchacha de antes que ya se había reunido con un par más de lozanas flores.

Sin más preámbulos se dirigió hacia donde estaban aquellas jovenes alumnas, no podía entrar en el internado sin antes haberse acercado al estadio de Queerdicht. Sabía muy bien que las directrices para los alumnos, una vez llegados a los terrenos el primer día, era no desviarse de la ruta establecida; pero era comprensible que ante tal monumento al deporte uno no pudiera reprimir sus ganas de contemplarlo desde cerca.

Una vez alcanzó a las tres colegialas se quedó unos instantes boquiabierta ante tales vistas, después centró su antención en las chicas y con semblante serio y una mirada pícara acompañada por el arqueamiento de su ceja derecha, les dijo: —Ante el supuesto de que habéis sido enteradas con respecto a las indicaciones recibidas en vuestras misivas yo os pregunto: Fascinante, ¿no creéis? —bromeó sonriendo y tornando su vista hacia el campo rodeado de gradas —. Sería una necia si no reconociera que es casi inevitable no sentirse atraída por este asombroso paisaje, así que fingiré no haberos visto por estos lares. Pero debo advertiros que pronto os echarán en falta y que semejante belleza arquitectónica no se moverá de aquí, por lo que sería recomendable que ahora me acompañárais hasta las puertas del castillo. Les guiñó un ojo y se dio media vuelta para volver sobre sus pasos. Sus cosas todavía la seguían.

A Vera le encantó ver que las dos chicas que ya se encontraban allí se giraban sorprendidas ante su primer comentario. No obstante, se alegró aún más de que le devolvieran la sonrisa ante su broma. Aunque pensándolo más detenidamente, no era motivo de exaperación, pues al fin y al cabo, no habían sido objeto de reprimenda alguna. Una tercera jovenzuela, la que había incitado a aquel divertido encuentro, se acercó tardíamente, silenciosa y lista para emprender el viaje de vuelta hacia el que sería su hogar durante la mayor parte del año.

Su satisfacción aumentó al comprobar que las tres muchachas la seguían junto con su equipaje. Era notoria la etapa vital en la que se encontraban, pues la ilusión, las ganas y la fuerza con la que se desenvolvían ante el mundo, quedaba impregnada en el ambiente a través de sus vigorosos ademanes y palabras. Mientras caminaba con determinación, esuchó la tierna voz de una de las chicas, prestando atención a la cuestión que ésta le planteó. —¡Gorgonas galopantes! Estamos en el siglo XI, más les vale. Las mujeres somos muy capaces de hacer lo mismo que los varones, válgame un dragón, sólo hay que ver a Helga Hufflepuff y Rowena Ravenclaw —exclamó sorprendida ante la pregunta y algo desconcertada. Bajo la opinión de Vera, en aquellos tiempos la polémica sobre las capacidades del género femenino deberían formar parte del pasado. Sin embargo, era consicente de que todavía se producían disputas referentes al tema en cuestión. Pese a todo, no estaba dispuesta a aceptar que un flamante deporte como el Queerdicht estuviera vetado a las damas. —Basándome en la información que he podido recoger respecto a este deporte, no tengo constancia de que se os impida la participación. —Se detuvo unos instantes fijando su mirada en cada una de ellas, y con una expresión de complicidad, les dijo—: Si fuera de otra forma, no tengáis reparos en hacérmelo saber, pues veremos quién se las da de conservador. Seguidamente, emprendió la marcha de nuevo.

—Por cierto, ¿cómo debería dirigirme a vosotras?

Vera continuaba a su paso ligero, pasando ya de largo del tramo en el que el carrubuaje la había dejado algunos minutos antes. Al girar la cabeza para mirar atrás, sin dejar de caminar, se dio cuenta de que sus pertenencias la seguían a su lado, adaptándose a la velocidad que iba marcando. Sin embargo, también se percató de que sus jóvenes acompañantes hacian esfuerzos por alzanzar su paso.

Mientras escuchaba a una de las chicas, disminuyó levemente la marcha para permitir que aquellas jovenzuelas tuvieran más facilidades a la hora de seguirla. —Oh, no la he malinterpretado, querida. Es que no puedo evitar enardecerme al tratar ciertos temas, como el que hemos discurrido hace breves momentos. —contestó nuevamente, con tono amable y más relajado. Realmente, su impulsividad podía resultar algo agresiva, en ocasiones. No obstante, tan rápido como se encendía, se apagaba; cuando menos en la mayoría de los casos, pues en otras circustancias distintas podía tardar un poco en remitir. —Afortunadamente estoy totalmente al corriente del contexto social en el que nos encontramos. Y me parece sumamente decepcionante que todavía continue en vigor cierta ideologia absolutamente arcaica —continuó alzando ambas cejas a modo de resignación—. ¡Por supuesto! Jamás deje de preguntar, es el método más sencillo y directo de obtener información. Por otra parte, le aconsejo que no permita que su entusiasmo decaiga. En gran medida, es nuestra fuente de compormiso hacia las cosas.

Vera tornó a girar la cabeza, y con una sonrisa le guiñó un ojo a aquella muchacha, que por lo que acababa de contestarle, se llamaba Aileen Hamilton. —Helder, encargada de instruiros en pociones durante este año en Hogwarts, y espero, que por muchos más. —Pensó durante unos instantes lo que acababa de decir y se corrigió a sí misma—: Bueno, en el caso de que las carreras que elijan requieran de conocimientos avanzados en mixturas y otros brebajes.

Escuchó atenta los nombres de las demás integrantes del grupo y complacida ante sus presentaciones se detuvo nuevamente (esta vez a tan sólo unos pocos metros de la entrada) y les extendió la mano a cada una. —Encantada de conocerla, señorita Hamilton; señorita Montgomery, mucho gusto para mí también; el placer, señorita White, es mío. —Se alejó un poco para dirigirse a las tres y añadió—: Mi más sincera bienvenida a la tres, espero que salgan escogidas por las casas que más deseen, e intenten no despreciar a las demás, todas comprenden atributos por los que sentirse orgulloso. Les sonrió de nuevo y con un leve movimiento de cabeza, les indicó que continuaran caminando, a la vez que ella volvía a las andadas.

La profesora Helder no pudo evitar sentir satisfacción y gran regocijo al escuchar que las señoritas Hamilton y Montgomery asisitrían a sus clases. Ya empezaba a formarse una idea de cómo iba enfocar sus enseñanzas dentro y fuera de las aulas. No podía predecir cómo se sucederían las sesiones de pociones, pero sí controlar la forma en la que los estudiantes recibirían la oleada de conocimientos que deberían afrontar durante sus años en la universidad. Estaba decidida a que sus alumnos no olvidaran jamás sus lecciones, su materia, ni a ella misma.

—Me alegra oir eso. No albergo la menor duda en que llegarán a ser grandes en su trabajo, si en ello ponen todo su empeño, evidentemente. Ella era sanadora y pocionista pero, aunque le gustó saber que Hannah estaba decidida a formarse en la carrera de sanación, no sintió especial orgullo. En cambio, ante la profesión que Aileen habia escogido, un escalofrío de melancolía le recorrió el cuerpo. Hacía tiempo había pensado en dedicarse a auror, pero su negativa a consagrar toda su vida a un sólo oficio la había disuadido de afianzar su impulso inicial. Selene no había comentado nada, al parecer era una chica reservada, aunque pareceía simpática y concienzuda.

Ya se estaban entrando en el vestíbulo y se acercaban a la puerta de doble batiente que daba acceso al vestíbulo. Estaba entrecerrada y se oía un suave murmullo que provenía del otro lado. Vera continuó caminando hasta postrarse delante de las escaleras principales. —Bien, creo que hasta aquí nuestro pequeño paseo de hoy. Espero que no lleguen excesivamente tarde—. Se dio la vuelta y con una sonrisa afable les deseó buena suerte a cada una—. Si os reprenden, decid que la profesora Helder os ha entretenido y que se hace responsable de su tardía llegada —las advirtió con la mirada. Después miró hacia la puerta del Gran Comedor durante unos segundos—. Seguramente ahora os explicarán las nuevas normas, el funcionamiento de las clases a nivel general y los horarios, sistema de puntos, sanciones y demás; y por supuesto se os seleccionará para una casa. Yo bajaré más tarde para asistir a la cena de bienvenida... Sea pues. Un placer conocerlas. ¡Hasta luego! Las saludó con una mano y sin más dilación, la profesora ascendió por las escaleras con sus maletas siguiéndola  y desapareció por la puerta izquierda que daba acceso a los aposentos del profesorado.