Cabeza de Puerco

No sabía a dónde ir. Me aburría.
El Castillo estaba semi desértico pues las clases no habían comenzado aún y yo necesitaba escapar y tomar un poco el aire.
Casi vomito al pasar por el Salón de té de Madame Pudipié, era escalofriantemente cursi. Las Tres Escobas no estaban mal, pero siempre estaba a rebosar de gente y me incomodaban un poco las múltitudes.
Pero esto era otra cosa...
Al asomar la cabeza por Cabeza de Puerco una hostia de peste me enturbió la mente unos segundos, ese cuchitril olía como 100 gatos muertos y expuestos al sol durante horas. Por no hablar de la limpieza y la capa de roña que cubría el suelo.
Era repulsivo.
Era asqueroso.
Era perfecto.
Con una sonrisa en los labios me dirigí rápidamente a la barra, donde una dependienta con brazos de herrero y una dentadura en armonía con el resto de la decoración del local me gruñó algo indescifrable.
- Ajá... - contesté yo confusa y alzando una ceja ante la mirada inquisitiva de la dependienta. -Suponiendo que me preguntó qué iba a tomar, contesé - Un whisky de fuego por aquí.
Sí, Cabeza de Puerco era el sitio perfecto para consumir sin que te vieran los profes :D

Acababa de llegar al castillo hacía apenas unas horas, por la tarde. Pero aún faltaban muchos alumnos por llegar y se sentía lúgubre y silencioso. No me gustaba. Decidí dar una vuelta por Hogsmeade, seguramente ahí estaba alguien de los pocos que habían llegado. Me puse una gabardina negra para el frío, y le pedí a uno de los conductores de los carruajes del castillo que me llevara al pueblo. Se negó al principio pero finalmente lo convencí con algo de oro.

El conductor, no muy hábil, no me dejó en la avenida principal sino que se dignó a dejarme en un callejón oscuro y semi-abandonado. La nieve cubría toda calle y si no hubiera querido buscar pronto un lugar para entrar en calor, lo hubiera puesto en su lugar. Tuvo suerte. Caminé apenas dos casas cuando me topé con un local, parecía un bar. Me asomé y me di cuenta que era Cabeza de Puerco. Entré.

El lugar desprendía un olor sumamente desagradable. Y nada más de ver el piso y la barra cubiertos de polvo sentí el impulso de dar media vuelta y salir. Sin embargo algo llamó mi atención. Una chica sentada a la barra desentonaba con la decoración del oscuro lugar. Su cabellera rubia caía sobre su espalda  y sonreí para mi mismo. No la reconocí, pero averiguaría quién era. Me acerqué en el momento en que le servían un whisky de fuego.

-¿Te puedo invitar ese trago?- le pregunté casi en un susurro pero con voz segura sonriendo con descaro.

Observé con ojos chispeantes como la desdentada mesera me servía esa bebida que tanto gustaba a los hombres de la época. Tenía mucha curiosidad por probar aquel brebaje
Entonces una voz masculina a mi lado me sobresaltó, pero el sobresalto inicial se quedó en nada cuando me giré y reconocí al chico que decía querer invitarme...
No lo pude evitar, me partí de risa.
- Joder, Peverell, ¿intentabas ligar conmigo? - le respondí con una sonrisita divertida - Ohh el grandioso William Peverell, acosando a desconocidas en un cuchitril de mala muerte. ¿Qué pensaría tu familia?
Claro que lo conocía. Para mi desgracia, vaya. Aquel chico siempre había sido literalmente un grano en el culo... Era la reencarnación del tipo de persona que yo detestaba. Y aquí estaba. Joder, ni en la Universidad iba a librarme de aquel tipejo... Aunque hay que reconocer que le han sentado bien las vacaciones ¿eh?Que una es fiel a sus principios pero tiene ojos en la cara
Decidí divertirme un poco más.
- Si insistes, te dejo que me invites, apiádate de una pobretona sangre sucia. - terminé alzando mi copa teatralmente.

La chica se volteó cuando le hablé y fue cuando la reconocí. Me llevé una ligera decepción al comprobar que efectivamente, ya la conocía y no éramos lo que se decía afines. Pero a la vez me sorprendió lo bien que se veía con su cabello largo, muy atractiva. Sin dejar de sonreír me senté a su lado limpiando con todo descaro la barra con mi pañuelo para poder apoyar las manos. Dejé el pañuelo a un lado mientras dejaba a la rubia reírse lo que quisiera.

-Pero qué vanidad la tuya de pensar que quería ligar contigo -exclamo sonriendo ampliamente- Sólo quería hacer mi buena acción del día y ayudar a una pobre mujer que sólo puede permitirse venir a Cabeza de Puerco -le dije con voz de fingida inocencia mientras le guiñaba un ojo. No pude evitar hacer una mueca cuando mencionó que era una sangresucia pero una especie de imán me impidió ponerme de pie y marcharme inmediatamente. Supuse que su mirada y su actitud desafiante podrían compensarlo por el momento.

-Ten cuidado con eso, no me gustaría que alguien se aprovechara de ti -le dije señalando su bebida, mirándola a los ojos y sonriendo de lado. Saqué un par de galeones y los puse sobre la barra. Con una seña con la mano le pedí a la camarera un whisky también.  

Aquello era una sorpresa, vaya que sí.
En todos los años que hacía que lo conocía, nunca había tenido una conversación tan larga con aquel chico. Por norma general nuestras conversaciones pasadas se limitaban al insulto puro y duro.
Qué aburrido debía estar William Peverell para acabar en Cabeza de Puerco. Para acabar tomándose un whisky conmigo.
Pues más o menos como yo, vaya...
- No sabía que hicieras buenas acciones diarias. Ni mensuales, vaya. - dejé caer buscando provocarle un poco. Cosa que me encantaba, por si no se ha notado :$
Ensaché la sonrisa con el último comentario del chico. Sabía que vivíamos en una época en la que la mujer era poco más que una fregona, y el hecho de ver a una consumiendo alcohol debía ser inadmisible para el puritano William Peverell.
- Es bueno saber que estarás aquí para protegerme. - contesté poniendo mi más ensayada mirada de perrito triste. Acto seguido di un sorbo a la bebida.
¡PUAJ! Tosí asqueada, sintiendo que la garganta me ardía. ¡¿Qué demonios...?!

Me acomodé en la silla (como pude porque era muy pequeña) al comprobar que Kaetara no se iba a ningún lado. En nuestros años en Hogwarts ya se hubiera dado media vuelta e ido. Pero me alegraba que no lo hubiera hecho, me divertía provocarla.

-Solo hago buenas acciones con chicas lindas -le dije entrando en su juego para ver su reacción. Por supuesto que yo no hacía buenas acciones pero si con decirlo conseguía debilitar el escudo de la chica, no me molestaba.

La observé divertido cuando se llevó el vaso a la boca y bebía un sorbo de whisky. Me reí abiertamente al ver su reacción al tiempo que tomaba mi propia bebida. -No me digas que es tu primera vez! -le dije riendo, escondiendo un albur en mi comentario. Tomé un sorbo de whisky también que se sintió como una bola de fuego recorriendo el cuerpo. Delicioso.

Si no fuera porque tenía mi dignidad en muy alto concepto y conocía bien la lengua viperina de mi acompañante, ya hubiera saltado la barra y bebido directamente de la mugrosa tina de lavar los platos de la mesera. ¡PUAJ!
Pero claro, no iba a darle el gusto. Bastante se estaba riendo ya.
Recompuse la mueca de asco y mantuve como pude la compostura, observando como el muchacho se llevaba aquel whisky del diablo a la boca y se quedaba tan ancho. ¡HALA!
Pues yo no iba a ser menos. Sabiendo ya lo que me esperaba, tomé un segundo sorbo, esta vez más lentamente...
No estaba tan mal cuando le pillabas el gusto.
- Claro que es mi primera vez, Peverell. ¿Tengo pinta de borracha? -  respondí a su pregunta con el ego herido. - Qué bestialidad... - murmuré más para mí misma que para el chico.
Entonces me volví hacia él. Seguía siendo el mismo; prepotente, altanero, sarcástico... aunque había crecido bastante en estos últimos meses... Y para bien, la verdad. También me sorprendió que el chico continuara sus estudios, teniendo tanta pasta podría haber vivido del cuento toda su vida fácilmente.
- ¿Qué te trae por la Universidad, Peverell? - pregunté sonriendo de nuevo - ¿Vas a cursar ''Exterminio De Muggles'' o ''Historia De Las Grandiosas Familias Mágicas''? - sonreí divertida al tiempo que volvía a dar un sorbo a aquel brebaje de los infiernos.

Me quedé contemplando sus muecas y facciones en lo que se le pasaba el efecto de su primer trago de whiskey. Detuve mi mirada en sus labios. Llamativos, muy llamativos. Me gustaba la chica, lo aceptaba. Pero su vocecilla me sacó de mis pensamientos cuando se quejaba de llamarla borracha.

Me tomé de un sorbo el resto del whisky y pedí otro a la mesera - ¿Quieres otro? -le pregunté a pesar de ver que apenas tomaba sorbitos de su vaso. Sujeté el segundo vaso y me le quedé mirando mientras sonreía con lo que decía sobre la universidad.

-Si existieran esas clases, las tomaría -le digo desafiante entre broma y en serio. La verdad era que volvía a la universidad justamente por eso, porque no tenía la necesidad de buscar un empleo y mejor ir al colegio que quedarme en mi casa solo, pero no se lo iba a decir. Así que añadí: -No saques el tema de los muggles, me recuerda tu sangre y entonces ¿quién va a “protegerte”? -le digo haciendo referencia a lo que me había dicho minutos antes. Me molestaba un poco estar sentado ahí con una sangresucia pero no podía evitarlo, había algo en ella que me atraía demasiado. Nunca me había dado cuenta porque no había cruzado más de dos frases con ella antes.

Tenía que admitir que estaba siendo realmente divertido charlar con Peverell.
Siniestramente divertido.
Que estaba de buen ver saltaba a la vista, pero era algo más... Sí, carisma, ese estúpido niño rico la tenía.
No me pillaba por sorpresa, ya tenía constancia de su sobrado éxito entre las féminas... Podía ser realmente encantador si se lo proponía, sin llegar a resultar baboso. ¿Qué chica no babearía ante el galán William Peverell?
Yo, obviamente.
O eso quería pensar.
- Yo también las tomaría, simplemente para disfrutar de la agradable compañía de los compañeros de clase. - Comenté sarcástica. Pero hablaba en serio. ¿Cómo resistirme a una clase llena de viboritas puritanas que arrugaran la nariz ofendidas con mi mera presencia? Je.
Reí sonoramente ante su comentario. Me lo imaginaba saliendo en mi defensa de alguna forma y me entraba la risa floja, la verdad. Demasiado surrealista.
O quizás era el whisky que empezaba a hacerme efecto.
- No, en serio - dije, agarrando el pañuelo con el que el chico había limpiado la barra y secándome con él las lágrimas de risa que no había podido contener, sabía que eso le molestaría. - ¿Qué carrera vas a hacer? -terminé, aún con la risa floja y devolviéndole el pañuelo.

No me extrañó su comentario, ella era bien conocida por su amor incondicional a los muggles, idea que ciertamente no compartíamos. Pero decidí ignorar su sarcasmo. -Yo sé que te encantaría tomar clases conmigo, Font. Pero no te preocupes, yo creo que tendrás el honor este año  - le dije sonriendo arrogantemente.

Me reí de su risa floja, claramente no estaba acostumbrada a los efectos del alcohol y no me desagradaba la idea de verla un poco pasada de copas, aunque no en exceso, ciertamente no estaba en mis planes llegar al castillo con ella en brazos. Dejé de reír en el momento que tomaba mi pañuelo para secarse el rosco. No pude evitar pensar que lo había manchado con sus lágrimas sangresucia… sin embargo al mismo tiempo me entró un deseo de tomarlo y comprobar si había dejado algún aroma. Me contuve. Hacer eso sería rebajarme demasiado. En lugar de eso puse una cara de desagrado, intentando enmascarar mis pensamientos.

-Voy a estudiar para pocionista -le respondí alzándome de hombros -Iba a estudiar Defensa y Creación de Leyes Mágicas, pero decidí que no porque tenía que llevar Estudios Muggles -añadí para molestarla aún más. -¿Y tú, vas a estudiar para trabajar en el Departamento contra el Uso Incorrecto de Objetos Muggles? -hago cara de aburrimiento exagerado y luego me río porque fuera de broma, sí me la imaginaba trabajando ahí.

Enarqué una ceja con interés cuando comentó que posiblemente compartiríamos clase este año y me detuve a pensar que probablemente fuera cierto. No me desagradaba del todo la idea.
- Entonces será un placer humillarlo académicamente, señor Peverell. - comenté juguetonamente alzando mi copa.
Pude ver con satisfacción como el chico cambiaba el semblante al tomar de nuevo el pañuelo que yo había usado, y cómo una cómica mueca de asco pasaba fugazmente por su rostro antes de recomponer su semblante seductor y soberbio de siempre.
Era un capullo adorable.
Y la risa floja no cesaba, más aún cuando comentó el por qué había decidido cursar Pocionista en lugar de DCLM, no dudaba que fuera cierto, por mucho que pareciera que bromeaba.
- Pues realmente sería buenísima ejerciendo ese puesto. Ya sabes que conozco al dedillo el funcionamiento de cualquier objeto muggle, no en vano me crié con ellos. - si seguía haciendo ese tipo de comentarios en cualquier momento se levantaría airado y se iría, pero las caras que ponía en respuesta a ellos eran demasiado cómicas. No podía evitarlo. - Y no, voy a ser Auror. - añadí.
Me terminé de un trago el whisky de fuego que quedaba en mi copa, agh.
- Así que ten cuidado, Peverell. - comenté despreocupadamente - Puede que en un futuro sea yo la encargada de investigar tu magnífica mansión en busca de cualquier anomalía. Seguro que tienes un sinfin de cuadros valiosos y alfombras persas que me encantará destrozar en el empeño. - añadí guiñándole el ojo mientras volvía a darme la risa floja. - Creo que te aceptaré ese segundo trago.

-Supongo que podré concederte esa satisfacción -le dije asintiendo, mientras bebía un trago de mi segundo whisky. -En realidad no me importan mucho las clases o las notas -acepté sinceramente -Aunque a una cerebrito Ravenclaw como tu seguramente sí. Y podrás ayudarme en las clases que tenga problemas…  -añadí guiñándole un ojo. No era tan mala idea, ya que estábamos en estas, no me molestaba la imagen de quedarnos de ver en la biblioteca para “estudiar”… Sacudí la cabeza alejando esos pensamientos. Tomé otro sorbo intentando aclarar la menta. ¿En qué estaba pensando? Era justo el tipo de persona opuesta a mis ideales y sin embargo, ahí estaba, no solo tomando un trago con ella sino además teniendo deseos y pensamientos que iban más allá de una simple conversación.

Me aclaré la garganta y volví al tema de las carreras. -¿Auror, eh? Debo decir que me sorprendiste, Font. Interesante… -comenté asintiendo. Luego sonreí con su comentario -Puedes revisar mi mansión cuando quieras, Font - le dije descaradamente mientras le hacía una seña a la mesera para que nos trajera dos tragos iguales. Terminé el mío de un solo trago.

- Claro, los estudios son importantes para cualquiera que no pueda permitirse vivir de la herencia familiar - comenté sarcástica. El dinero era algo indiferente para mí, pues prefería una vida emocionante a una tan cómoda como tener todo al alcance de la mano sin apenas esfuerzo.
Lo miré entre divertida y desconcertada cuando sugirió lo de las 'clases particulares'. Uh.
- Soy un alma generosa, Peverell, siempre dispuesta a ayudar al prójimo - respondí con aire inocente. - Pero ¿Estás seguro que quieres que te vean en mi compañía? Qué duro golpe para tu trabajadísima reputación...
No pude evitar sonrojarme un poco cuando el chico me invitó, con todo el descaro del mundo, a 'revisar' su mansión.
¿Hola? ¿Qué había hecho este completo desconocido con el William Peverell que yo conocía? ¿Dónde estaba el estúpido psicópata que se la pasaba atormentando a chicos y chicas como yo? Y aquí estaba yo, emborrachándome y secándome las lágrimas de risa con el pañuelo de un tipo al que me he pasado media vida detestando. Disfrutando de su conversación y su cercanía.
Definitivamente, el whisky de fuego me estaba nublando el juicio.
Y creo que fue el propio whisky quién respondió aquel entonces:
- ¿Quieres que vaya a tu mansión, Peverell? ¿Crees que encontraré allí algo interesante? - respondí acercándome un poco al chico y enarcando una ceja justo cuando la mesera reponía nuestras copas.
No era buena idea seguir bebiendo...

Alcé los hombros y sonreí. No iba a negar que tenía razón, tenía de sobra con mi herencia y no necesitaba sacar buenas notas ni conseguir un trabajo para poder vivir. Lo conseguiría por el poder e influencia que podía darme, no por el oro. Y las notas no eran necesarias, el apellido abría suficientes puertas.

Jugueteé con un anillo que tenía en la mano izquierda mientras esperaba los whiskeys y escuchaba lo que decía la Ravenclaw. Me agradó que siguiera el juego con lo de las clases particulares y dibujé una sonrisa pícara en mi rostro -No tenemos que quedar en la biblioteca, podría ser en un sitio más… privado. Seguramente no te importará ya que tu reputación también se vería afectada -añadí tratando de justificar mi sutil propuesta pero con aire de una evidente fingida inocencia.

De pronto el ambiente se volvió más tenso cuando Kaetara respondió mi comentario sobre visitar mi mansión y acortaba el espacio entre nosotros. Sentí como si la temperatura del lugar hubiera aumentado más de 10 grados. Me agradó la sensación. Me acerqué a ella apenas un par de centímetros mirándola fijamente, con el rostro serio pero sonriendo pícaramente con la mirada. Dejé a un lado las insinuaciones y fui al grano -¿Estás segura que quieres jugar este juego, Font? -le pregunté; desvié la mirada de sus ojos a sus labios, y volví a sus ojos nuevamente esperando su respuesta.

Sentí como un escalofrío me recorría la espina dorsal cuando el chico sugirió buscar un lugar privado para estudiar juntos mientras yo observaba con detenimiento el llamativo anillo que lucía en la mano que sostenía el whisky. Ciertamente parecía valioso, pero me desagradaba mirarlo ya que me recordaba al ojo de una serpiente, cosa que me recordó por unos segundos con quién estaba hablando y me hizo ignorar su propuesta, desconcertada.
¿Qué demonios estaba haciendo? Era William Peverell, joder. WILLIAM PEVERELL. ¿Por qué entonces no me contentaba con tirarle la copa a la cara y salir de aquel mugroso cuchitril, como hubiera sido lo normal?
Pero sentía la mente cada vez más nublada, ahora era plenamente consciente que el whisky me jugaba una mala pasada, confundiéndome y haciendo olvidar mis ideales...
¿Lo peor? No me importó.

Mucho menos cuando el chico correspondió a mi pregunta acercándose un poco más a mí, y mirándome de una forma tan seductora que (aunque me cortaría la lengua antes de admitirlo en voz alta) me hizo sentir un pellizco y un hormigueo muy extraño en la boca del estómago.
Estaba sentenciada, ya no había vuelta atrás. Sabía que mi YO de yonqui de la adrenalina había ganado la partida sobre mi YO razonable, alentada por el alcohol. Así pues, cuando el chico me preguntó sin rodeos sobre ''mis intenciones de jugar'' clavando la mirada en mis labios y evidenciando una vez más esa confianza absoluta en sí mismo de la que hacía gala el muchacho, no pude evitar sonreír de forma juguetona.
- No sé... ¿Qué juego es ese, Peverell? ¿Me aconsejas jugar contigo? Siempre quieres ganar en todo. - enarqué una ceja mientras lo miraba fijamente a los ojos. Entonces, viendo que mi copa seguía vacía, agarré la suya y me la terminé de un trago.
Ya puestos, iba a necesitar mucho whisky...

Sonreí cuando tomó mi vaso y se lo terminó de un trago. No me molestó. Más bien, me divertía ver cómo las emociones del momento (seguramente iniciadas por el alcohol) y sus pensamientos racionales luchaban dentro de ella. Se notaba por las expresiones de su rostro y su mirada ¿nerviosa? No pude definirla en ese momento. Lo cierto es que yo no estaba mucho más tranquilo que ella, por dentro. De pronto me invadían pensamientos de una voz interna queriendo gritar diciéndome que saliera de ahí, que la dejara sola. ¿Porqué perdía mi tiempo, no sólo con una sangre sucia, sino que además despreciaba mis ideales y que por si fuera poco, siempre nos habíamos detestado?

Pero ahí la tenía, una chica atractiva que parecía dispuesta a jugar mi juego. Y las sensaciones que me provocaba su cercanía y su aroma que podía percibir más poco a poco a medida que la distancia se reducía entre nosotros eran más potentes que superaban mis pensamientos pro-sangre limpia.

Bajé el vaso que Kaetara tenía en la mano, el que acababa de tomar y que todavía tenía levantado, rozando levemente el dorso de su mano, y aprovechando el movimiento, me acerqué todavía un poco más a ella, sutilmente. Luego, acerqué mi pulgar a su rostro y delineé delicadamente su labio inferior, ya casi saboreándolo con el pensamiento y con la mirada. -El juego consiste en olvidarte por un momento lo que sabes de mí… y dejarte llevar -le dije casi en un susurro. Ignoré la parte de que yo siempre quería ganar en todo. Pensé que el momento podría arruinarlo si me ponía a discutir con ella. Bajé la mano lentamente, sin dejar de mirarla esperando su reacción.

Me sorprendió gratamente que el chico no pusiera cara de asco ni nada por el estilo cuando bebí de su vaso, pues bastante complicada era ya la situación sin necesidad de estímulos negativos. Eché un a ojeada nerviosa a Cabeza de Puerco, que por suerte estaba vacío a excepción de la camarera y nosotros mismos.
Y aquí seguía yo, con la garganta al rojo vivo en mi primera borrachera que había originado, nada más y nada menos, que un flirteo con el Slytherin más SLYTHERIN (ahgrr ¬¬) de todo Hogwarts.
¿Quién me ha visto y quién me ve?
Pero claro, una vez iniciado el 'juego' yo no era de las que se rendían a mitad del camino.
Por muy sutil que fuera su acercamiento lo noté con creces, pues apenas nos separaban ya unos centímetros. Unos centímetros que conformaban mi última muralla de dignidad pero que otra parte de mí deseaba que se deshiciera... Y el chico pareció intuir mis pensamientos cuando estableció contacto acariciándome el labio inferior y haciéndome estremecer completamente. Me tocó de manera tan suave que, si me hubieran contado antes que William Peverell sabía hacer eso, me hubiera reído con ganas. ¿Cómo podía un desalmado como él mostrarse tan dulce cuando la ocasión lo requería? Pero sus siguientes palabras silenciaron mis pensamientos y una vez más actué por instinto, ignorando mis irritantes vocecillas internas.
Me levanté de la silla, poniendo mucho cuidado de no separarme un centímetro del chico. Apenas se notó la diferencia, pues Peverell era bastante alto y yo algo bajita... Pero aquello me dio más libertad de movimiento para ponerme frente a él y jugar despreocupadamente con el cuello de su camisa, rozando suavemente su cuello de vez en cuando.
- ¿Y tú eras...? - sonreí aún mirando su cuello, haciendo referencia a la pérdida de memoria que el chico me pedía.

No seguimos mirando provocativamente al tiempo que ella se ponía de pie. No me extrañó que quedara a la misma altura, siempre la había conocido bajita y eso no había cambiado. De hecho agradecí que se hubiera puesto de pie, era más cómodo y quedábamos justo a la altura. Sentía escalofríos y descargas eléctricas por todo el cuerpo cada vez que sus manos rozaban mi piel mientras jugaba con el cuello de mi camisa. Sus manos eran cálidas y suaves. Nunca creí que pudiera experimentar esa sensación de Kaetara Font, la única (o de las pocas) chicas en todo el colegio lo más opuesta a mí. Pero como dicen, los opuestos se atraen…

Una parte de mi quería explicarle que el juego al que me refería era que yo no me tomaba ninguna relación en serio, y que si esperaba alguna formalidad o algo por el estilo, se olvidara. Otra parte no iba a arruinar la oportunidad de disfrutar un rato con una chica que nunca antes hubiera imaginado que lo haría voluntariamente. Sin embargo, olvidé esos pensamientos al sentir otro escalofrío con el contacto de sus manos y me reproché a mi mismo tener esa leve “culpabilidad” pues obviamente Kaetara no esperaría nada más que algo informal. Decidí dejarme llevar por el momento, como yo mismo se lo había pedido.

Sonreí de lado al oír que seguía el juego… jugar a que éramos dos desconocidos. Perfecto. La tomé de la cintura delicadamente, acercándola todavía más. Sin duda ya podía percibir su aroma floral que me provocaba tomarla con fuerza y besarla. Me contuve. Mi orgullo me decía que no fuera yo quien diera el paso. Me acerqué a su oreja y le susurré -Un desconocido que acabas de conocer en un bar, Bill Burke -dije el apellido de mi madre al momento que regresaba a mirarla a los ojos.

Sonreí cuando “Kari” se presentó. ¿Cuánto habíamos tomado que ya estábamos diciendo tantas cosas sin sentido? Tomé la copa recién servida y cuando estaba acercándomela para beber, Kaetara se sentó en mis piernas, tomándome completamente desprevenido y haciendo que derramara un poco del contenido al suelo. Antes de que pudiera reaccionar, vi cómo se bebía todo el contenido del whisky. Vi cómo sus ojos ya no hacían tan buen trabajo enfocándome.

Me había sorprendido tanto con lo que acababa de pasar (y como mi cerebro no iba tan rápido como de costumbre por el alcohol) que no tuve más remedio que reír divertido. Hacía mucho que no me reía sinceramente. Pero es que esta chica era completamente impredecible.

-¿Qué te parece si me acompañas a dar una vuelta? -le pregunté pensando que probablemente era hora de regresar. De todas formas todavía quedaba un largo camino de ahí al castillo porque seguramente no había ningún carruaje esperándonos. La noche aún era joven.

¿Derramó whisky? Pues ni me di cuenta de eso. Sí, en esas estaba yo ya...
Al oír la risa de Peverell me le quedé mirando fijamente (o todo lo que podía fijar la mirada, dadas las circunstancias). Ciertamente nunca lo había oído reír así, tan natural. Hasta parecía un tío majo y normal, no la víbora desalmada y perversa qu...
¡Cállate ya, vocecilla del demonio! Es Bill. Acabo de conocerlo ¬¬
Cuando el chico me invitó a dar una vuelta, dudé durante unos segundos. Pero no, no era por la dichosa vocecilla, a esa la había silenciado por el momento.
La pregunta era... ¿Podré sostenerme en pie...? Aunque por otra parte el frío viento de Hogsmeade y el 'trayecto' de vuelta podrían ser beneficiosos. Aclararme la mente, despejarme y tal, pues el calor asfixiante de Cabeza de Puerco junto con la peste a la que no llegaba una a acostumbrarse no eran buenos compañeros de una borrachera. Una vez más tiré de orgullo para salir de la situación.
- Me encantaría, señor Burke. - respondí sonriendo y arrastrando un poco las palabras debido a alcohol. Aproveché que estaba sentada encima de él para hacer palanca con el hombro del chico y levantarme sin apenas algún tambaleo. Uh, primera prueba superada... Entonces hice algo que tenía pensado hacer toda la noche:
- Ah, y pago yo. - declaré entonces guiñándole un ojo y poniendo sobre la barra un puñado de galeones que ni me molesté en contar (tampoco hubiera podido) en pago de los... no sé cuantos whiskys que nos habíamos bebido. Que una irá borracha, pero tiene dignidad y no va a permitir que la traten como a una pobretona. Aunque claro, eso era cosa del odioso Peverell... mi adorable Bill no lo haría.
Sin esperar al chico, pues quería probar qué tal iba de coordinación de pies antes de agarrarme a su cuello... comencé a caminar hacia la salida intentando aparentar normalidad.

Me preparé para ayudarla a ponerse de pie (con la poca coordinación que podría lograr en tales condiciones), pero ella pudo sostenerse sola. Me tranquilizó ver eso, no tendría que llevarla cargando ni nada. Porque aparte de que ahí si mi dignidad no me daba para tanto, no podría hacerlo con ese equilibrio.

Miré con el ceño fruncido los galeones sobre la barra. Na-die, nun-ca pagaba na-da en mi lugar… y me invadió un sentimiento de orgullo dañado. Sin poder evitarlo saqué más monedas de oro y las dejé. La mesera se había llevado las de ganar esa noche. Pero no me importó. Lo que si me importó por un momento fue si la chica se habría dado cuenta. Pero creía que no, estaba demasiado ocupada caminando a la salida. La seguí cuidando que no fuera a caer hacia atrás. ¿Desde cuándo “cuidaba” chicas en tal estado? No sabía que me pasaba esa noche, pero no era yo mismo.

La alcancé rápidamente -¿Le puedo ayudar, señorita Bullstrode? -le pregunté sonriendo y ofreciéndole mi brazo para que lo tomara.

Me agarré al marco de la puerta y sacando una gomilla de mi bolso, me hice un improvisado recogido pues los mechones sueltos que se me iban a la cara solo aumentaban el repentino sofoco... ¿Por qué se movía el suelo? ¿Qué magia era esta?
Entonces el moreno se situó a mi lado y me ofreció el brazo con una sonrisa. Me enfadé conmigo misma, ¡qué vergüenza! ¿tanto me ha afectado...? Ahora era mi orgullo el que estaba siendo dañado... No seré tan patética de usar a Peverell como muleta, así tenga que llegar a Hogwarts caminando a gatas... Fui a volverme para responder airada que podía caminar sola, y con mucho estilo además. Pero me contuve al apreciar el gesto inusitado del chico, comprendiendo que la situación tampoco sería fácil para él y que debía haberle costado mucho ofrecer algún tipo de ayuda a alguien... y más aún, a mí.  ¿Sufriría William sus propias vocecillas irritantes?
- No, gracias. - respondí con un mohín de disguto.
Una ráfaga de aire helado me hizo sentir algo mejor, con lo que recuperé un poco la compostura y el buen humor.
- ¿Y a dónde pretende llevarme, señor Burke? Porque yo prefiero las rutas poco transitadas...  - comenté con una nueva sonrisa. - Aunque con tanta charla se nos ha hecho de noche. - señalé el cielo, que ciertamente estaba oscuro y nublado. - Es una suerte para mí contar con la protección de un mago tan capaz como usted. - concluí con un guiño. Esto era cierto, Peverell era bastante habilidoso, uno de los mejores de nuestra edad... aunque la magia que practicaba y el uso que a ella le daba no fuera precisamente de mi agrado. Pero intentaba suavizar un poco el desaire de antes alimentándole el ego al orgulloso moreno. Y solo por eso, ¿eh? si algo claramente no soy es una 'damisela en apuros'.

De no haber sido por el whisky que ya me había tomado, habría sentido con más intensidad el disgusto que comenzaba a surgir, por mi orgullo herido ya por segunda ocasión. Afortunadamente, sí había tomado y pude soportarlo pero esa idea el jueguito de que éramos “desconocidos” ya no me llamaba tanto la atención. Apreté los labios para no decir nada cuando Kaetara olímpicamente rechazó de los pocos ofrecimientos de ayuda genuinos que había dado en la vida. ¡Que orgullosa! Si se caía no me molestaría en ayudarla a levantar, así que más valía que pudiera llegar al castillo por ella misma.

Noté cómo cambiaba su actitud en un segundo, tratando de calmar el aire tenso que se había creado. Tenía razón, se me daba muy bien la magia sobretodo en duelos y hechizos no muy populares por los alumnos más disciplinados, por así decirlo. Pero no le iba a ser tan fácil reparar lo que había hecho. -¿Sabes, Font? Viendo que te encuentras en perfectas condiciones para caminar por ti misma, ¿por qué no nos damos prisa, y regresamos al castillo? -evidentemente no estaba en tales condiciones, pero si podía darse el lujo de rechazar mi ayuda, no pondría reparo en eso. Comencé a caminar más rápido, no había señales de vida a nuestro alrededor como para pedir que nos llevaran y todavía faltaba un largo trecho.