Las Tres Escobas

El cabello de Evan se movió con la brisa que se había formado al aparecerse en Hogsmade espantando a un gato que reposaba sobre un cubo de basura. Se guardó la varita en el bolsillo y caminó con aire despreocupado bajo la mirada atenta de varias brujas. Esto podía deberse a como iba vestido. A penas había tenido tiempo para cambiarse después de salir de la tienda de "Artículos de calidad para Quidditch". Llevaba una camisa grisácea acompañada de dos tirantes que sujetaban el pantalón también oscuro. Obviamente el cuello de la camisa estaba un poco arrugado por el trabajo, si a esto le sumabas que parte de los bordes de la camisa salían por fuera del pantalón y que las mangas estaban remangadas...

Caminó despreocupado por la calle parándose en casi todos los escaparates, sobre todo desde los que se veía comida. Hacía tiempo que no pasaba por allí. Las tiendas estaban bastante cambiadas, a medida que avanzaban los tiempos se veían obligados a evolucionar con él o marchitarse. Se apartó del camino de un grupo de niños que corrían tras un papel volador.

Las tripas le rugieron al llegar a la puerta de Las Tres Escobas. Entró saludando al mago que atendía la barra con un movimiento de cabeza y se sentó en la barra lo más cerca posible del dependiente para poder pedir cuanto antes.

- Cuando puedas una sopa de Jabalí, gracias

Cogió un ejemplar de “El Profeta” a su derecha y leyó la primera plana. Era sobre las quejas de los muggles por el uso de magia en vías públicas. Chasqueó la lengua sin saber muy bien que pensar, era evidente que aquella noticia se esfumaría con el tiempo. No tenían porque cambiar sus costumbres mientras no pasara nada malo. Soltó una carcajada al pasar a la siguiente página donde se encontró con una foto de su padre sujetando una Snitch Dorada con una sonrisa de oreja a oreja. Cerró el periódico un poco avergonzado y apoyó el brazo en el respaldo sonriendo ante la llegada de una cara conocida, la de la señorita Stark.

Lo único que lograba calmar la turbada alma de la rubia, eran las salidas a Hogsmeade. Al haber abandonado Hogwarts,  nunca cruzó por su cabeza que quizás tendría la posibilidad de regresar a aquel maravilloso que consideraba más hogar que aquella pocilga en la que vivía. Y ahí estaba, de nuevo caminando en las tranquilas calles de Hogsmeade , contamplando los escaparates de las tiendas y deleitándose con la maravilla de todas las cosas que no podía comprar. Volver a encerrarse en el castillo tenía un único inconveniente: Athalia no podría moverse a sus anchas y encontrar nuevas víctimas que estafar para así poder costear sus pequeños lujos. Porque sí, la rubia no se conformaba con cosas pequeñas, a ella le gustaba aquella vida opulenta que las clases altas de la sociedad poseían y estaba decidida a formar parte de aquel grupo en algún momento de su vida.

Pero pronto se aburrió y sintió una punzada en el estómago que le recordó que había desayunado un simple jugo de naranja. Entró a las Tres Escobas, agradeciendo por un momento el refugio del sol y se acercó a la barra. -Una cerveza de mantequilla, por favor. -Pidió con aquel semblante adorable,  capaz de engañar hasta al más ágil de los hombres. Porque realmente aquello era una farsa. Athalia no era adorable y mucho menos una buena persona. Tenía el alma podrida y se deleitaba dañando al mundo pero aquella mañana podía utilizar una de sus múltiples máscaras para perderse entre la gente.

Tomó asiento junto a dos jóvenes pelinegros que se saludaban, mientras meditaba las opciones y lo que podría comer después y tomó el periódico que se encontraba doblado frente a ella. Aquellas palabras lo único que lograron fue enfurecerla. Siendo mujer sus derechos se veían considerablemente reducidos y ahora pretendían limitarla en el único aspecto de su vida que la hacia sentir poderosa y capaz de salirse con la suya. —Increíble — Musitó indignada.

La morena acomoda su túnica verde agua con delicadeza, la misma se le había desarreglado un poco al estar dentro del establecimiento pendiente de las lechuzas y las personas del lugar, necesitaba tener una propia urgente, no podía estar bajando al pueblo a buscar el correo cada vez que su abuelo decidiera mandarle algo, pero su querida Athenea había fallecido meses antes y no sentía ánimos de comprarse una nueva aún, tendría que comenzar a usar las del colegio.

Por fin fue su turno y pudo tener tanto su carta como el paquete que venía con ella a la mano, agradeció al chico que atendía y salió de la oficina de correos caminando distraídamente mientras abría la carta y la leía, decía lo habitual, su abuelo le hablaba de algunos negocios que había hecho recientemente, de su estado de salud y de pasada al final de las andanzas de sus padres, las cuales en lo personal ya no le interesaban demasiado pero Demetrius Stark siempre había deseado que su adorada y única nieta volviera a tener la misma relación que había tenido de niña con sus padres, no que lo hubiera logrado demasiado, había recibido una escueta y  corta carta de su padre unos días después de volver a Londres preguntándole como estaba y no había vuelto a saber de él, y a su madre no le había vuelto a ver la sombra hacía mucho tiempo ya.

Saco su varita y encogió el paquete que aún tenía en la mano para verlo luego en sus habitaciones, guardándolo en su túnica junto a la carta, paso una mano por sus rebeldes cabellos quitándose un mechón molesto del rostro y se dirigió a las Tres Escobas, un poco de jugo de calabaza no le iría mal y si lograba conseguir un par de dulces para picar mucho mejor. Entro con paso calmo llegando a la barra esperando que el dependiente volviera de la cocina, miro a su alrededor para ver si encontraba una cara conocida y diviso al joven Wright justo al final, decidida a no merendar sola se acercó a el chico que sonreía – ¿Mucho trabajo en la tienda? – pregunta casual sentándose a su lado viendo su estado algo desaliñado, mira por el rabillo del ojo a la rubia recién llegada y voltea unos momentos a saludarla, no se habían visto durante las vacaciones. Escucha sus palabras, lo cual hace que pose su mirada en el periódico y lea rápidamente la noticia - Los muggles ya no saben de qué quejarse- comenta en voz alta algo sorprendida por la noticia.