Cheers for the beers | Alexandra Kellighton

Última vez que le llevaba un encargo a su hermano, sí, última vez. Tener que ir a Hogsmeade, y encima en escoba —cosa que no le hacía gracia, prefería mantenerse bien seguro en tierra firme— para llegar más rápido.

Aún así se había entretenido un rato. El encargo consistía en ir a recoger unos brebajes diversos a una botica para llevárselas a su hermano menor, que tenían fama de una recuperación rápida, como siempre lo hacían. Había hecho el encargo al dueño de la tienda, se lo habían entregado en una caja y listo. Se entretuvo mirando uno que otro frasquito de ingredientes vistosos, y salió con caja y escoba en mano.

Hacía un calor intenso, el sudor se le escurría por la frente. Menudo día que habían elegido para la entrega, pero en fin. Miró a su alrededor y había bastante gente, pero en su mayoría magos adultos. Agradeció eso, pues así no se demoraba más encontrándose con alguien. Sin embargo, después de mirar la escoba en su mano y el paquete, pensó que sería bueno relajarse un poco antes de emprender vuelo de regreso. Contó el dinero que le había sobrado y era suficiente.

Caminó en dirección a Cabeza de Puerco. Sí, sería bueno tomarse algo para capear el calor.
De pronto escuchó que una voz ronca y familiar le gritaba de lejos. Dio media vuelta y vio a un viejo amigo de su familia, que lo saludaba desde la entrada de una tienda. Drystan le devolvió el saludo de buen humor, sin percatarse de que si hubiera caminado mirando hacia adelante no se habría chocado con una chica que iba en su misma dirección. La escoba cayó al suelo junto con la cajita, la cual no se estropeó afortunadamente.

—¡Lo que me faltaba! Quiero decir, lo siento, iba distraído  —se excusó con la chica, al tiempo que recogía sus cosas.

Al ponerse de pie quedó sorprendido y se frotó la nuca fingiendo falsa modestia. La miró bien, notó que su rostro se le hacía ligeramente familiar, asi que sin pensarlo mucho, le preguntó

—¿Nos conocemos? ¿De Hogwarts, quizá?—intentó adivinar. Estaba casi seguro de haberla visto allí. Quizá, si no iba con prisa y si ella accedía, podía invitarla a tomar algo. Desde pequeño le habían enseñado a ser así, atento.

Cuanto más la miraba, más se convencía de que la había visto antes. Era raro verlo a él, siempre tan agresivo y antipático, en aquel estado tranquilo y apacible. A la gente le costaría creer que fuese en parte por momentos así, más teniendo en cuanta que pertenecía a una familia con tanta fama y tanta distinción.

—Sí, soy un chico O´Grady, de hecho —le confirmó, devolviéndole la sonrisa, podría hablar mucho de sí mismo pero debía devolver el cumplido. Tras fruncir el ceño y obligarse a recordar, chasqueó los dedos—. ¡Kellighton! ¡Alexandra Kellighton! ¿cierto?  

Alzó la vista al cielo y calculó que no eran más allá de las doce. El calor seguía siendo intenso y sus ganas de entrar a Cabeza de Puerco aumentaron. Miró a Alex y decidió invitarla, pues se veía una chica agradable y podrían pasar un buen rato.

—Esto, yo iba a... entrar aquí. ¿Me acompañas? ¡Venga! Aquello que te espere podrá sobrevivir un rato sin ti, ¿Qué me dices? Hace demasiado calor aquí afuera—se ofreció con amabilidad y sonriéndole de forma perversa como si acaso le pidiera que incumpliera una ley.

Se sorprendió ante las confianzas que se traía aquella chica al agarrarle del brazo, no se negó a que lo hiciera, aunque no solía dar esos tratos de favor ni invitar a alguien a pasar el rato con él. Nunca conocía demasiada gente más de la que sus primos le presentaban, pero siempre procuraba tener una conversación breve e irse al santuario del silencio y la tranquilidad: la sala común de Slytherin. Esta vez quería que fuese diferente.

Empujó la puerta de entrada con la mano que tenía libre. En su interior había bastantes puestos vacíos para ocupar y la iluminación ayudaba a crear más calidez.

Intentaba asimilar cómo hace tres segundos estaba derritiéndose afuera y ahora estaba cómodamente instalado con la Slytherin en una mesa junto a la ventana. Dejó la caja a sus pies y apoyó la escoba  en la pared que quedaba a su espalda.

—Una cerveza de mantequilla, y un whisky de fuego para la señorita —ordenó, mirando de soslayo a Alex mientras ella estaba en su mundo maquillándose; una vez que asintió y se retiró a por la bebida, clavó sus codos en la mesa—. Si las miradas fulminaran, la chica sería ahora mismo cenizas... Es una simple camarera, hace su trabajo... Y permíteme decirte, Alex, que es demasiado temprano para beber alcohol y eso te dará más sed a la larga...

Sabía que esa bebida era algo fuerte, pero era su elección, allá ella. Además, si se la pedía es que podía burlar los efectos del alcohol. Dejó a un lado su pensamiento para centrarse en aquel momento, momento en el que la chica le pedía que hablase de él. De él mismo.

—¿De mí? Realmente no sé qué podría decirte  —respondió, y era verdad. Cuando hablaba de él mismo su mente se quedaba en blanco, y no era porque no tuviese cosas que contar, sino porque pensaba que su interlocutor le envidiaría o lo despreciaría escuchándolo.

Sin embargo, ella tomó la iniciativa como si odiara los momentos incómodos y le describió con todo lujo de detalles lo que sería su futuro y el por qué de su elección. Al minuto de aquello llegó la tabernera que les había atendido, y depositó en la mesa sus respectivas bebidas.

—¿Me creerías si te dijera que vas a cursar lo mismo que yo? ¡Seremos compañeros de clase! — pegó un sorbo a la jarra, sintiendo la frescura del líquido helando deliciosamente la lengua y la garganta. Estaba deliciosa.—. Bueno, tengo diecisiete años, dos hermanos mayores...ya sabes que soy Slytherin. No soy de muchos amigos, la verdad. Tengo sólo dos amigos  y... luego están mis primos, que son muchos, pero son mis primos, no cuentan .—le soltó.  No era gran información sobre él, pero algo es algo. Quizá la cerveza le estuviese subiendo el ánimo.—. ¿Y qué hay de ti?

Curioso comportamiento el de Alex, pero era una Slytherin, algo de esperar. Normalmente los que eran sinceros y abruptos con sus palabras, se catalogaban como malas personas y Drystan estaba orgulloso de ser una de ellas. La opinión de la gente le importaba poco, dado que nadie se atrevía a cuestionar a la cara a un O´Grady, siempre por la espalda como cobardes.

─No sé qué decirte, Alex... como te he dicho, no soy alguien de muchos amigos y por supuesto, tampoco estoy interesado en que eso cambie ─le explicó, para justificar su opinión al respecto de las personas que frecuentaba─. No me gusta rodearme de tantas personas porque me cuesta más etiquetarlas, prefiero pocas para saber de antemano como son y no llevarme sorpresas... digamos que me gusta tenerlo todo controlado.

Escuchó atentamente lo que la chica le relataba, que era también un poco difícil de creer. Desde el principio había notado que ella era muy transparente y directa, pero eso no restaba que fuera alegre y divertida, y costaba imaginársela teniendo dificultades para hacer amigos pero comprendía su filosofía de vida.

─No vuelvas a decir eso en público ─le pidió, acortando la distancia entre ellos inclinándose sobre la mesa hasta estar a la altura de su oído─. Esa gente pordioseara solo espera oportunidades de esas para hacerte daño, es la envidia, Alex. No dejes que huelan tu miedo, tu vulnerabilidad... se aprovecharán si no te proteges a ti misma.

La pregunta sobre su futuro la tenía clara, de pequeño su madre decía que con sus primos e hijos de amigos de la familia era muy severo en su trato, "el pequeño dictador" lo llamaba, siempre se las arreglaba para incumplir las reglas si solo así ganaba algo a su favor y las sacaba a la palestra en cambio para ampararse del poder que tienen en quienes la predica. Demagogia, totalmente.

─Desde luego, he tenido suerte al ser el menor; al contrario de lo que se diga, el primogénito no siempre se lleva la mejor parte. Luke heredará el negocio de vinos por el que es conocida mi familia y por el que tenemos un nivel de vida acomodado; asi que puedo elegir con libertad, y mi meta es convertirme en miembro del Wizengamot ─reveló finalmente, juntando los dedos de ambas manos y colocándosela como puño bajo la barbilla─. El país necesita mantener en funcionamiento las viejas leyes, no voy a permitir que los dichosos progresistas las ablanden para favorecer a quienes trabajan para nosotros. ─sonrió minuciosamente, convencido de sus palabras y tras una pausa, continuó─. Somos la élite, Alex, y unos nacen para servir, nosotros para que nos sirvan. Si nos quitan eso, nos tocará manejarnos por nosotros mismos y no se tú, pero yo no pienso tratar a un muggle como a un igual, son inferiores a nosotros, por algo fueron privados de magia.

Por unos momentos Drystan examinó la postura de su interlocutora, normalmente se pensaba que cualquier mujer sería débil ante cualquier puesto de poder, pero Alex tenía prefijado ignorar las lastras de la sociedad y llegar lejos. Un espíritu que ambos compartían, sonrió satisfecho ante la declaración de su fortaleza. En teoría era fácil decirlo, pero llevarlo a la práctica costaba más, sobre todo cuando por unas cosas u otras eras vulnerable.

─Justamente ese es el problema, Alex─reconoció, jugando con sus dedos sobre la jarra de cerveza─. Los muggles acceden a Hogwarts y pueden entrar al Wizengamot si son perseverantes, nada les impide acceder al poder y con tal que uno se haga camino, pondrá todo patas arriba y nadie podrá frenarle legalmente.

La mera idea de pensar que un sangre sucia tuviera voz y voto en el el gobierno mágico aparte de ser vomitiva, era un peligro que más le animaba a abordar una vez que se licenciara, pondría trabas a cualquier muggles e incluso le haría la vida imposible para que desistiera y entendiera que no era su lugar. Indicarle amablemente que no se cruzara en su camino, y si fuera insistente, recurrir a otros métodos menos pacíficos o limpios.

─¿Crees que tu padre al ser un miembro tan ocupado del Wizengamot me haría un hueco para escucharme?─preguntó desdoblando el trozo de pergamino que le había entregado; era todo un detalle pero agradecía que eso pudiera beneficiarle, tal vez fuera algo interesado en ese aspecto, pero contando con alguien que le atesorara o le abriera puertas desde dentro, era una oportunidad que un necio rechazaría─. Solo conozco el Wizengamot por lo que se habla de puertas para afuera, sé que tienen acuerdo de confidencialidad pero, nadie mejor que alguien de dentro para comentarme como funciona y así tener más claro cual será el lugar que ocupe, pues como en toda jerarquía, habrá una rama acorde a mi potencial.

Pegó un sorbo de la cerveza de mantequilla y casi se atraganta con la pregunta siguiente; tuvo que hacer un esfuerzo para que no le saliera el liquido por las narices.

─¿Novia? ¿Qué es eso?─preguntó de forma jocosa intentando disfrazar la realidad con el tono de humor. Drystan había intentado fijarse en chicas, sus padres le habían presentado a varias de familias adineradas, todo un buen partido, sin embargo él se sentía extraño con ellas, incluso alguna tras besarlo había provocado que no sintiera nada. Ese aspecto de su sexualidad lo tenía cerrado a cal y canto─. Para conseguir lo que quiero, un noviazgo o un matrimonio es lo último en lo que pienso, estaré más centrado en mi camino si no tengo distracciones de ese tipo... a fin de cuentas, todo tiene su momento y justamente no encabeza mi lista de prioridades...

Sonrió satisfecho, Alex se presentaba como una gran aliada en cuanto a ideales futuros y le respaldaría en sus decisiones, incluso cuando flaqueara ella sería un gran refuerzo para enderezarse si flaqueara. La mera idea de contar con alguien de dentro del Wizengamot le garantizaba un futuro próspero, sin embargo, Drystan no quería nada regalado.

─Si algo me ha enseñado mi abuelo, es que no deba favores a nadie... eso crea dependencia y poner tu persona contra la espalda y la pared ─ le reconoció a la chica, no obstante, para no quedar descortés, intento "arreglarlo" como pudo, disfrazándolo entre palabras bien encubiertas─. Sin embargo no seré un necio y rechazaré el respaldo de tu padre, pero no quiero que creas que soy una vil garrapata, hasta para ser ambicioso, me gusta ser yo quien coloca las piedras por el camino en que avanzo...

La pregunta sobre ofensa a cualquier muggle le dejó dubitativo, tal vez pudiera ser denunciado pero Alex no se veía de ese tipo de chivatas... era cierto que la conocía de su adolescencia de vista y ahora había empezado a intimar, por lo que prefirió ser cauto.

─Digamos que no todos los muggles podrán decir que me he portado bien con ellos ─resumió, dando a entender que hizo alguna maldad, aunque más que eso atrocidad─. No he llegado a matar, espero no verme en esa situación, pero no te niego que a alguno que se me ha cruzado en el momento y lugar menos indicado, me ha servido de blanco para pagar mi frustración...

No quiso ahondar en el tema, seguro que la Kellighton se daba por contestada con semejante respuesta. Pegó un sorbo de su cerveza y la apuró hasta el máximo, discretamente se quitó la espuma que le quedó sobre los labios con el dedo y sonrió, por aquel gesto tan cotidiano pero divertido.

─Me pediría otra cerveza, pero se aproxima la hora de comer y he de entregar este pedido ─le anunció a la Slytherin, mirando hacia abajo en dirección a la caja que tenía junto a su silla─. No te apresures, termínate la bebida tranquila... te esperaré, pero lo siento por ti, pero yo invito, te guste o no.

Se mantuvo en silencio escuchando la opinión de Alex, ¡para que luego dijeran que los Slytherins quieren la comodidad de forma precipitada! El éxito se alcanza con esfuerzo, pero pocos pueden apreciar que la ambición no es un defecto sino una de las numerosas virtudes que no quieren ver.

─No me robas tiempo, Alex... es más, soy yo quien te lo ha arrebatado arrastrándote a este lugar ─se levantó como acto reflejo al segundo en que la joven lo hizo, y una vez que se despidió con el meso en la mejilla─. Pásalo bien, milady

Le dedicó una sonrisa sincera y  dejó de clavar los nudillos en la mesa para volver a sentarse, al poco tiempo llegó la mesera y le entregó una buena suma de galeones, superior a lo que costaba la consumición.

─Quédese con el cambio, si quiere habituarse a estas cosas conmigo, procure tenerme una mesa reservada la próxima vez que venga─le pidió, tentándola a aceptar su trato.

Tomó su paquete del suelo y la escoba que había apoyado contra la pared, para finalmente encaminar sus pasos hacia la salida del local.