I am nothing now and it's been so long | Fazio Burnissen

Tras la explosión, Fazio no tuvo la suerte de sus compañeros de caer desmayado... Lo suyo fue apenas un breve mareo. Él llegó por su propio pie a la enfermería, a pesar de la tortura que le suponía cada paso gracias a la miríada de pequeños fragmentos de madera que tenía incrustados en el brazo derecho. En aquel momento no le había importado, pues andaba como loco buscando a Gael para comprobar que estaba a salvo. Pero no, su hermano también resultó herido en la reyerta, y lo acompañó angustiado durante todo el trayecto hasta la enfermería, a pesar de que este nunca se enteraría, pues estaba inconsciente.

Entonces vino la verdadera tortura... La magia medicinal estaba a la par de la muggle en aquella época, o sea, no muy avanzada. Era más efectiva que la anterior, sí, pero tosca, burda y, por qué no decirlo, dolorosa. El hecho de que las enfermeras estaban saturadas de trabajo tampoco ayudó a hacer más sutil el trabajo de estas, y tuvo que soportar Fazio con toda la entereza que le fue posible el amargo trámite de extirpar todas aquellas astillas de su brazo, envidiando a sus anestesiados compañeros.

Tras la infernal cura, se tumbó en una camilla libre por orden de la enfermera y cerró los ojos con la intención de descansar un poco, pero no lo consiguió. En su cabeza aún estaban frescas las imágenes de la horrible batalla librada hacía escasas horas, y dedicó aquel tiempo a reflexionar sobre las causas y sobre todo, sobre las posibles futuras represalias.

Hasta que un runrún de sábanas le hizo abrir los ojos y contempló silenciosamente a aquel rubio Slytherin en su misterioso empeño de alcanzar la estantería de las curas. Había sido testigo por el rabillo del ojo de cómo lo habían curado y sabía que tenía una herida bastante fea en el hombro izquierdo, perdió mucha sangre mientras le extraían el filoso fragmento de madera y no le sorprendió que la herida se abriera con aquella facilidad. - Eso debe doler... - comentó Fazio con suavidad llamando la atención del desconocido Slytherin. - Deberías esperar a que viniera la enfermera, no tiene buena pinta. - añadió dedicándole una leve sonrisa. No solía hablar con desconocidos, pero estaba seguro que el dolor se le haría más llevadero si se distraía con cualquier otra cosa que no fuera tumbarse y autocompadecerse.

Ante el alarido del Slytherin se mantuvo Fazio imperturbable, después de aquel día el dolor ajeno no volvería a impresionarlo en absoluto...

No esperaba tan antipática reacción por parte del rubio... al fin y al cabo, él se había mostrado amable. Increíble, pero cierto. Fue a contestar en el mismo tono airado que el desconocido y a poner fin a aquel intento de conversación, pero entonces pensó que su reacción podía ser completamente normal teniendo en cuenta el shock que suponía despertarse herido en la enfermería después de un ataque muggle (surrealista en grado sumo). Suspiró frotándose los ojos antes de contestar con su habitual tono tranquilo. - ¿Siempre eres tan quejica? Tu yugular está intacta, las enfermeras vendrán en unos minutos para impedir tan triste muerte. - soltó una risa un tanto irónica. - Y ese nefasto inicio de curso del que hablas creo que lo compartimos todos en el castillo. Relájate, estás vivo. - concluyó con un guiño burlón.

Se estiró un poco en la camilla intentando aliviar su entumecida musculatura al llevar tanto tiempo en la misma postura y se maldijo interiormente por no haber llevado algo de tabaco al Banquete... la espera se le estaba haciendo eterna, y la angustia por no saber del estado de salud de su hermano lo carcomía. Entonces oyó el comentario de su compañero de desgracias, y advirtió en su cambio de tono. Lo miró enarcando una ceja mitad sorprendido, mitad divertido. - Ojalá. - contestó sonriendo a pesar de que el rubio evadía su mirada. - De hecho, hubiera estado bien que la enfermera se hubiera dignado al menos a escupir en la herida. - prosiguió con un deje de amargura en su voz. - Aunque sí que le ofreció un ungüento a una alumna de Hufflepuff tres camas más allá... qué casualidad, juraría que ella era de clase social alta. - concluyó con una sonrisa sarcástica. ¿Elitismo en Hogwarts? Habráse visto... Pero decidió no darle mucha importancia al asunto y se volvió de nuevo al rubio. - No entiendo mucho de sanación, pero creo que en esa estantería hay varias vendas con propiedades coagulantes en heridas. ¿Quieres que te pase una? - añadió sintiéndose un tanto estúpido, pues seguro que el altivo Slytherin volvería a darle una respuesta cortante.

Alzó una ceja divertido tras el dardo malicioso de su compañero.

-  Muy agudo. - concedió. - Pero lo mío no fue una queja... prefiero llamarlo crítica. - contestó mientras se ajustaba despreocupadamente la venda del brazo, que a juzgar por su aspecto debería ser cambiada pronto. No estaba de humor de iniciar un debate sobre clases sociales con aquel desconocido, así que no añadió nada más. Una risita irónica se le escapó tras el comentario del Slytherin. - Ya, pues qué pena. A mí es que me encanta estar aquí, ¿sabes? Justo antes de que despertaras, estábamos hablando el chico de la mano amputada y yo sobre la guerra de almohadas que montaríamos esta noche. - añadí sarcástico señalando a un chico unas camillas más allá, no sabía a ciencia cierta si era esa su lesión, pero tenía un aparatoso vendaje en la mano y se removía en sueños, delirante y con la tez blanquecina. Fazio torció el gesto disgustado.

Como esperaba, el rubio no se deshizo en palabras de gratitud tras su desinteresada oferta, pero el Gryffindor empezaba a acostumbrarse a sus contestaciones ácidas y sonrió divertido por el toma y daca que se traían entre manos... lo distraía y ayudaba a olvidarse del dolor.

- En realidad puedo levantarme y caminar a la perfección. - contestó levantando como pudo el brazo herido para mostrárselo y hacerle ver que su lesión no le impedía tal cosa. Sacudió la cabeza, obviando  su comentario sobre el posible mareo, pues aunque la herida le ardía como si las astillas extirpadas hubieran sido ascuas, no creía probable que se mareara a aquellas alturas.

Sin más, el Gryffindor retiró las sábanas con su mano sana, ayudándose de una enérgica patada. No miró al Slytherin cuando se puso en pie, pues estaba demasiado concentrado en reprimir cualquier expresión de dolor. Dio unos pasos hacia la estantería cuando oyó de nuevo la voz del rubio y se volvió de nuevo para mirarlo. Le sorprendió ver que sonreía por primera vez, y contestó correspondiendo con una risita entre dientes. - Llámame bruto, pero había pensado en  algo mejor: Soy alto. - respondió encogiéndose de hombros y alzando el brazo sano en dirección a las vendas. Efectivamente, no tuvo que estirarse demasiado para alcanzar los paquetes.

Con las vendas y un bote de un líquido transparente (que había visto a lo largo de la noche utilizar a las enfermeras para limpiar las sangrientas heridas) en sus manos, se volvió Fazio de nuevo en dirección al Slytherin. Pero cuando casi había llegado para tenderle las vendas, dudó. Sería aquel chico capaz de vendarse él solo la herida? No lo veía probable, pues por su palidez mortecina y sus cautelosos y torpes movimientos parecía estar extremadamente débil. ¿Tendría entonces que ayudarle él? Tragó saliva, no muy convencido por la reacción del orgulloso rubio y rogando porque una enfermera apareciera justo en ese momento. Pero las enfermeras no aparecían, y la herida del chico no parecía querer colaborar y frenar su hemorragia... qué remedio. - Esto... - empezó dudoso y algo avergonzado, desviando la mirada a las vendas que aún sostenía. - ¿Necesitas que...? Ya sabes. - concluyó sacudiendo las vendas y aún sin mirarlo.