A ti te quería yo ver... ¬¬ / William Peverell

Abrí los ojos muy lentamente, apenas consciente de que lo hacía. ¿Por qué era todo tan blanco y luminoso? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era... era... Sí. Una explosión. Muggles entrando a tropel al Gran Comedor interrumpiendo en banquete de bienvenida, con Rowena y Helga amordazadas como rehenes. Yo, entrando al Gran Comedor justo antes de la explosión y recibiendo el impacto de lleno. El enorme fragmento filoso de la dinamitada puerta sobresaliendo en mi vientre y el charco de sangre bajo mis pies. Todo tenía sentido, estaba muerta. Entonces... ¿Por qué seguía doliendo?
Recuperando un poco el sentido común, eché un vistazo a mi alrededor. Aquellas cortinas blancas me resultaban familiares, así como el paisaje que se veía a través de la ventana... y el imbécil que se hayaba tumbado en la camilla de al lado.

Gemí y resoplé al mismo tiempo. - Diooss... ¡¿Tan mal me he portado en vida?! - exclamé audiblemente girando los ojos y alzando las manos. Al mirarlo de nuevo me percaté de que estaba herido... entonces una gran pero brevísima, MUY FUGAZ preocupación por su bienestar me invadió. Me recriminé a mí misma por ello, pero me consolé pensando que era el efecto alucinógeno de los sedantes administrados. Ojalá le duela mucho.

Me despertó una voz. No distinguí lo que había dicho pero me sacó de mi inconsciente. Mantuve los ojos cerrados, estaba en tal comodidad y tranquilidad que no quería salir de ese trance. Sin embargo, tenía la particular sensación de que alguien me miraba. No me resistí a abrir los ojos y voltear la mirada hacia un lado para descubrir quién estaba ahí.

Al principio me costó enfocar la vista, pero no pasó mucho tiempo para que la reconociera: Kaetara Font recostada en la cama de un lado. Volví a cerrar los ojos impaciente. ¿Qué hacía recostado en la misma habitación que la Ravenclaw? De pronto todas las imágenes del ataque me llegaron a la mente y en cierta forma eso me hizo consciente de mi cuerpo, desde la cara, el cuello, el torso... y al llegar a la pierna me invadió de nuevo un dolor intenso; no tanto como el que sentí en el Gran Comedor al perder el conocimiento, pero lo suficiente como para fruncir el ceño y apretar los labios un instante, mientras trataba de dirigir mi atención a otra parte del cuerpo y olvidar de nuevo el dolor, aunque sea momentáneamente.

Volví a mirar a Kaetara esta vez girando un poco la cabeza. La observé un momento; estaba seguro que yo no tenía mejor aspecto que ella, pero aún así con una mueca le dije: -¿Cuánto tiempo te queda? No luces muy bien, Font.

No me lo podía creer. Cientos y cientos de alumnos en el colegio, posiblemente más de cincuenta heridos... ¿Y me ponían al lado de este? Definitivamente, hoy no era mi día.
- ¿Acaso te has visto tú? Porque estás hecho una pena. - contesté a su pulla mirándolo con cara de desagrado y volteando los ojos.
Me puse tensa, como siempre en presencia de aquel incordio de Slytherin, y a causa de ello una repentina ráfaga de dolor me hizo morderme los labios para no gemir. Disimuladamente para que Peverell no se percatara, alcé un poco las sábanas para ver mi herida. Nada, estaba vendada... una venda muy aparatosa, a decir verdad.
Cerré los ojos, agotada. ¿Debía encontrármelo precisamente hoy? Hoy no tenía fuerzas para machacarlo como se merecía, por todas las mentiras que había ido contando sobre mí. Súbitamente furiosa al recordar eso, lo fulminé con la mirada y no pude evitar soltar lo que llevaba tanto tiempo pensando.
- ¿Te he dicho antes que eres un completo imbécil y que nada me haría más feliz que poder levantarme y abofetearte hasta que me salieran callos en las manos?

Me reí por su comentario pero el pequeño esfuerzo de la risa provocó que volviera a sentir el dolor en todo el cuerpo, particularmente en la pierna. Para dejar de reír, miré hacia el techo de la enfermería y traté de borrar la cara pálida y abatida de Font.

Pero de pronto, me sorprendió con su voz irritada y su reclamación (y amenaza). Sabía perfectamente a qué se refería: a lo que les había contado a Eléanore y Helena. La miré de nuevo y sonreí ligeramente, aunque en realidad bien me hubiera salido otra risa; me contuve. -Font, ¿de qué te quejas? Tú no tienes ninguna reputación que cuidar, y... admítelo, te la pasaste bien esa noche -le guiñé un ojo y me quedé mirándola todavía con una pequeña sonrisa, divertido. En parte era verdad, sabía que habíamos pasando un buen rato... como cinco minutos... antes de que se pusiera de orgullosa e irritante. Obviamente nunca iba a confesarle eso.

Y para colmo me sonreía cínicamente... ¡qué ganas de saltarle encima y pisotear su pierna herida, verás qué rápido se le cortaba la risa!
Me esperaba un comentario de ese tipo por su parte así que mantuve el rostro indiferente, ocultando los confusos sentimientos sobre aquel fatídico día... antes le beso los pies a Salazar Slytherin que admitir que el chico tenía mucha algo de razón.
Pero sabía que Peverell intentaba provocarme con sus palabras, era un juego que llevábamos jugando toda la vida... y obviamente, no le daría una victoria fácil.
- Mi 'reputación' no podría importarme menos. A diferencia de otros la opinión pública sobre mi persona no es algo que me quite el sueño. Pero eso no cambia el hecho de que eres un mentiroso, un hipócrita y un completo patán. - respondí, con tono envenenado y fulminándolo con la mirada. - Y por favor, Peverell... no me hagas reír. - añadí con una sonrisa irónica -  Que haya sido la mejor noche de tu vida no implica que para mí lo haya sido también. De hecho, me da urticaria con solo acordarme. Diría que me revuelve el estómago, pero como ves no es el mejor momento. - añadí sarcástica, señalando el aparatoso vendaje en mi vientre, que cada vez me dolía más.
Y entonces los recuerdos del Banquete de Bienvenida volvieron con fuerza a mi mente, enmudeciéndome. Empezaba a tomar conciencia de lo acontecido y no daba crédito. ¿De verdad los muggles habían atacado Hogwarts? ¿Cómo era posible? Definitivamente este ataque tendría consecuencias espantosas para la comunidad muggle... y para la mágica. Esto no sería una simple disputa aislada...
Me quedé callada unos minutos, reflexionando preocupada sobre todo esto. Hasta que, súbitamente, un pensamiento me hizo romper en dolorosas carcajadas.
- Oye, Peverell... - comencé con vocecilla inocente y una risita burlona. - ¿Te has parado a pensar que unos pobres e inferiores campesinos muggles te han dejado K.O? ¿Qué vergüenza para ti, no? - concluí con un guiño juguetón.    

-Si, Font, sigue insultándome todo lo que quieras; si con eso consigues apaciguar tu deseo y atracción por mí, puedes hacerlo todo el día -le dije burlonamente esbozando una gran sonrisa, y a la vez divertido. Honestamente eso parecía: toda su descarga de energía negativa y su desprecio se debían seguramente a sus confusos sentimientos y al hecho de que... pues yo era yo y ella era ella, jamás seríamos compatibles. -Y como te dije ese día, tienes suerte de que no te haya hecho pasar mal rato, jamás había estado ni estaré de nuevo en... -bajé el tono de voz, percatándome que la enfermería estaba llena y corría el riesgo de que alguien nos escuchara - ...esas circunstancias -dije entre dientes - ...con una sangre sucia.

Al decir eso recordé nuevamente la razón por la que nos encontrábamos ahí: los malditos muggles que habían tenido la insensatez de atacar Hogwarts. Miré de nuevo el techo, preocupado por mi estado. Si la enfermera ya nos había atendido, ¿por qué me seguía doliendo la pierna? Traté de mover los dedos del pie, y me costó mucho trabajo, de hecho reprimí un gemido de dolor al hacerlo, pero al menos pude moverlos unos milímetros. Si por ellos quedaba lisiado... o cojo... ¡No! De sólo imaginarlo, sentí cómo el calor de la ira recorriendo todo el cuerpo.

-Oye, Peverell... -escuché comenzar a decir a Kaetara. Para colmo tenía a una sangre sucia a mi lado que aprovechaba cada situación para seguir molestando. Y, claro, no me equivocaba, ella también había recordado la razón de nuestra estancia en la enfermería. Apreté los dientes, sin querer gritarle para no demostrar que si, en efecto, era de lo más vergonzoso que unos inútiles muggles hayan provocado todo esto. La miré de reojo y me molestó aún más su sonrisita burlona. -Malditos... -susurré -Ni te creas que esto se va a quedar así... -le dije despectivamente, y añadí: -Y tu qué me dices de tus adorados muggles... muy orgullosa de ser sangre sucia y ve lo que te hicieron.

- ¡Pero qué infulas! - contesté con una risotada despectiva y gesto escéptico. Algo así:

A pesar de la conseguidísima mueca burlona que llegué a poner, por dentro me comía de rabia por el simple hecho de que Peverell hubiera llegado a esa (absurda ¬¬) conclusión... y mi primer impulso fue contraatacar con la misma moneda. - ¿Y no será que te convienen mis insultos porque así te resulta más fácil ignorar las ganas de ''enseñarme tu mansión''? - añadí triunfante y haciendo las comillas con los dedos. Toma ya.

Lo observé por el rabillo del ojo cuando el chico comenzó a hablar pero a medida que avanzaba escrutaba los alrededores y bajaba el tono de voz. - Aparca esos aires de grandeza, Peverell. No tienes poder alguno para hacérmela pasar mal. - contesté mientras digería la irritación que sentía cada vez que aquel idiota me llamaba sangre sucia. Por norma general me daba igual que me lo llamaran, para mí era motivo de risa. Pero Peverell tenía una habilidad especial para sacarme de mis casillas con exasperante facilidad, así que me retracté un poco. - Bueno, miento... En realidad tu mera presencia basta para agriarme el día. Y con una sangre sucia no sé, pero conmigo SEGURO QUE NO. - añadí con una mueca de desagrado y en un tono bastante alto que atrajo la atención de varios estudiantes a nuestro alrededor. Por fastidiar y eso.

Sumamente divertida contemplé el efecto de mis palabras sobre los muggles. Había dado en el clavo. Me carcajeé abiertamente al oírlo maldecir y refunfuñar sobre venganzas. - Dí que sí, Pevi, muéstrales a esos pobres muggles tus 'poderes ocultos'. Seguro que a más de uno conseguirás hacerle pupa si le lanzas tu horripilante anillo con fuerza. - me burlé entre risas haciendo referencia a nuestra conversación anterior. Las risas originaron un nuevo estremecimiento de puro dolor en perfecta sincronía con su último comentario. Enarqué una ceja mientras lo miraba desafiante. - Bueno, no los culpo. Yo hubiera hecho lo mismo, ¿tú no?

Solté una carcajada ante la mención de mis palabras de la conversación anterior. Normalmente me hubiera enfurecido, pero me invadió más el sentimiento de vergüenza al haberle dicho aquellas palabras que no pude hacer más que reír. Obviamente me detuve a los segundos porque todo el cuerpo me dolía y no podía andar riendo sin problemas en esos momentos pero seguí con mi sonrisa, tan sólo recordar aquella noche. Sin afán de molestar (xD) sino para que recordara que yo no había sido el único en hacer ridiculeces, le dije: -Bueno, a ti pareció interesarte la idea, si mal no recuerdo -le guiñé un ojo, y volví a mirar al techo. Tanto esfuerzo me había agotado. Pero claro, la conversación no iba a terminar ahí. La miré de reojo al tiempo que asentía a su siguiente comentario.

-En eso estamos de acuerdo, no volvería a esa situación... por mucho que me ruegues -le dije aparentando mucha seguridad en mí mismo al mismo tiempo que miraba a ver si no había curiosos escuchando la conversación, gracias a la "melodiosa" y "sutil" voz de Kaetara que atraía las miradas de todos.

Ignoré sus palabras de burla pues, aunque era una sangre sucia, burlona, molesta y demás... no sabía por qué exactamente, pero no era suficiente como para hacerla callar con algún hechizo o encantamiento. Prefería que siguiera hablando de lo que no sabía... (MUY) dentro de mí no quería hacerle daño a Font.

-No sería tan idiota para enfrentarme a un mago (no digamos a cientos) si soy un simple muggle -le respondí tajantemente ante su última pregunta. Nada más tocar el tema me ponía de malas, y sentía el calor del enojo recorriéndome todo el cuerpo.